Cuando tenia 9 años viaje a Bucaramanga a pasar vacaciones con mi prima favorita, ella consiguió un trabajo en una tienda y no pasaba tiempo conmigo, para no aburrirme en el apartamento me presento a los niños de su barrio, pase las mejores vacaciones de mi vida, a partir de ahí siempre viajaba a mitad de año o en Diciembre para pasar tiempo con ellos. Así fue como conocí a Daniel, era el más alto de todos y el más “malo”, era solo un niño más, él que molestaba por ser costeña… Cuando estaba en Santa Marta no tenia manera de hablar con ellos, pero para mi suerte se empezó a usar “Sonico”, “Hi5” y todas esas páginas, no recuerdo si él me agrego o yo a él, el caso fue que empezamos a hablar todos los días, a toda hora, de cualquier bobada, empezamos a llamarnos “mejores amigos” porque lo éramos, mis viajes a Bucaramanga ahora eran para pasar tiempo con él sentados en un andén a hablar del colegio, de la vida, de sus novias y a burlarnos de nosotros mismos, el de mi por ser costeña y yo de él por ser cachaco. Sin darnos cuenta nos empezamos a extrañar mucho, si veíamos un computador era para escribirnos solo para que el otro supiera que estábamos bien, las conversaciones pasaron a ser por teléfono, pues nos habían regalado unos celulares y cada 5 min colgábamos para ahorrar minutos, nos trasnochábamos, ya no hablábamos del colegio, ni de la vida ni de sus novias, hablábamos de nosotros, de cómo serían nuestras vidas si viviéramos en la misma ciudad, que seriamos unos mocos pegados (enserio así nos decíamos) y miles de cosas más, nos empezamos a preocupar más por el otro, y sin darnos cuenta nos estábamos enamorando.

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Él nunca me pidió que fuera su novia, solo empezamos a actuar como tal; no tuvimos fecha para festejar meses ni años ni nada de eso, solo sé que junto a él viví 8 años de mi vida, 4 años como los mejores amigos, 4 años como pareja, donde la complicidad de crecer juntos, de conocernos desde niños, de ser vecinos de vacaciones, amigos de internet, compañeros de trasnochadas y finalmente amantes nos enseño más de lo que miles y miles de libros o películas que salían a explicarnos del amor podían hacerlo.

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Como toda historia de amor a distancia (porque si, no hay que olvidar que yo vivía en otra ciudad) después de muchos años juntos pero separados, donde los “te quiero” ahora eran “te amo” y nuestras videollamadas eran para llorar por la larga espera a las vacaciones, tuvo su fin. Así como no nos explicamos cómo empezamos, no pudimos explicar cómo termino, a mis 16 años me sentía tan apegada a él, lo alcance a conocer tan bien que me hacía daño, que me perdí y que me solté de las ilusiones y los sueños que por muchos años construimos. Ahora, 5 años después se que pudimos tener la mejor historia de amor del mundo, lástima que, por caprichos de la vida, no vivíamos en la misma ciudad.

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